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La última parada




Las estaciones. Los días transitan por horas diferentes, por palabras distintas, por sentimientos desconocidos. La existencia está formada por etapas; en algunas son duros inviernos y en otras agradables veranos. Sin importar que pase, el tiempo corre, como un tren que no tiene frenos y atraviesa senderos insolentes, abrazos sinceros, repudios insospechados. Lo cierto es que cada vez que finaliza un ciclo es como llegar a una estación. La formación para unos minutos, se juntan fuerzas, se carga combustible y se sigue el viaje de la existencia, con buenas y malas experiencias.


El camino de algunos es largo y el de otros es corto. Lo curioso de este viaje es que nadie sabe cuándo se va a bajar y qué habrá en el lugar donde les toque descender. En el medio se transita el día a día, algunos con más angustia, como los que están en el vagón turista, otros más cómodos que se acurrucan en sus sillones de primera clase, pero lo importante de esta experiencia es aprender, porque al final todos tendrán que bajar.  Atravesar nostalgias, conectar miradas con otras, encender sentimientos como el amor o el deseo, el compañerismo y la amistad, sabiendo que existen rituales ocultos que hablan de envidia y de maldad. 


Seguramente habrá momentos donde sobren sonrisas, besos vino y bienestar. Pero habrá noches en la que solo se escucharán las ruedas metálicas chocar contra los rieles y en esos instantes de incertidumbre, la soledad invadirá el alma y la confianza desaparecerá, dejando lugar para la tristeza y la necesidad de contar con alguien con quién hablar. Serán minutos en los que un beso cotiza en bolsa, y el llanto inundará los ojos. Será cuando los minutos se vuelvan eternos y la próxima parada irá directo al medio del desierto.


No perder la confianza y mantener la fuerza interna es un desafío que muy pocos pueden lograr. Cuando el miedo apremia el margen de acción reduce su visión. El secreto es confiar en uno mismo, aprender a quererse, enfocarse en uno y desde ese punto partir para ponerse bien. Mirarse al espejo y observar a la persona que deseabas ser es un desafío y una satisfacción increíble de creer. No es cuestión de edad ni de necesidad... que la ansiedad y los nervios no hagan negocio con la necesidad. 


Al fin y al cabo nunca pierdas de vista que esta aventura tiene un final. Vívela de la mejor manera, haciendo feliz a los que amas, pero en esa lista ponte en primer lugar. Y cuando la oscuridad aparezca y la incertidumbre apremie y creas que necesitas a alguien más, recuerda que dentro tuyo está la fuerza para triunfar y que la luz que irradies llame la atención del resto inspirando a los demás a seguir un camino que enamora a todos pero a ti mucho más. 

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