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Corte del director, Etgar Keret


*Esta historia fue escrita por Etgar Keret y publicada originalmente en inglés, en la revista The New Yorker. Lo que sigue es una traducción al español de dicho relato.




Macek Smolansky fue un cineasta, emprendedor y filósofo. Pero, sobre todo, era un perfeccionista. Que fue la razón por la que nadie estaba particularmente sorprendido cuando anunció que su nueva película, “Vida”, sería rodada con tres cámaras y se correspondería, minuto a minuto, con el lapso de una vida humana. La filmación comenzó con el nacimiento de Mateusz Krotoczowski, el introvertido protagonista del film, y duró setenta y tres años. En el montaje de la última escena, en la que Mateusz se cuelga en su sótano después de ser diagnosticado con cáncer de próstata en estado avanzado, el equipo entero lloró. Ni siquiera el desesperado pedido de silencio del sonidista pudo detener las lágrimas.


La posproducción tomó ciento catorce años. Macek murió de viejo unos meses después de que empezara. La edición del sonido continuó por otros noventa y seis años, y todavía, cuando la película se lanzó, hubo muchas quejas en las redes sociales de que había sido hecha de forma apresurada y descuidada.


Todos los principales críticos de cine fueron invitados al estreno, y las pocas entradas ofrecidas al público se vendieron en el mercado negro a precios exorbitantes. La película, tal como prometía, duraba setenta y tres años. Cuando se mostraron los créditos finales y las luces se encendieron, los acomodadores se encontraron con que, a excepción de un espectador, la audiencia entera había muerto. La mayoría de ellos estaban soltando un fuerte hedor. Entre todos los cuerpos descompuestos estaba sentado el único asistente superviviente, desnudo, calvo y sollozando como un bebé. Cuando sus lágrimas finalmente dejaron de caer, se secó los ojos, se puso en pie y caminó tranquilamente por el pasillo.


Este hombre anciano era el hijo de una famosa crítica de cine, que ni siquiera había sabido que estaba embarazada cuando se sentó a mirar la película. Él nació a los ocho meses de la proyección y creció en la oscuridad del cine, paralizado por la pantalla. Cuando abrió las puertas y salió a la calle, fue cegado por el sol. Docenas de reporteros esperando detrás del teatro le arrojaron los micrófonos y preguntaron que opinaba del film. “¿Película?”, tartamudeó, mientras parpadeaba ante la luz solar. Todo el tiempo había pensado que era la vida.

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