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El secreto




El párrafo que falta. A ese artículo, lleno de palabras, adornado con comparaciones y vestido de sinónimos. Esas líneas dotadas de talento, desparramando una tinta digital intachable, sin margen de error; con el punto exacto, la coma precisa y sin repetir ni un solo vocablo. Era un texto perfecto ante los ojos de cualquier notable, a no ser por la mirada pesada de un notario que se dio cuenta del engaño. Le habían robado letras al abecedario y eso le restaba cinco o seis renglones claves para que la historia cobre vida y el sentido pinte de colores el rostro de un cuerpo sin alma. Entonces todo cayó en investigación, conjeturas o acertijos ¿Qué ocultó el autor? Sería un nombre, un secreto, un dolor, un amor o una verdad imposible de soportar. Un testigo sin pruebas, o el secreto permanecía oculto en un laberinto literario, de esos que hasta el más profesional de los intelectuales no puede descifrar. Miradas distintas y un crucigrama sin respuestas al final. Nada daba con lo que aquella narración protegía del mundo exterior. Un mensaje cifrado para un solo intérprete. Fue cuando Interpol buscó por todo el planeta al creador de semejante ilusión. Pero cuando dieron con él agonizaba en la cama abandonada de un hospital, ayudado por un respirador, dominado por el Codiv-19. Necesitaban una palabra, así que le acercaron un lápiz y un papel y el hombre octogenario giró la cabeza con mucha dificultad. Sus dedos doblados por la artrosis apenas pudieron tomar el utensilio para escribir y su pulso movedizo balbuceó unas palabras en un bloc cuadriculado. Tanto esfuerzo le tomó que ni el respirador pudo impedir su último suspiro y cerró los ojos entregándose a la eternidad. Cuando el policía le arrebató de sus manos sus últimas palabras las leyó en silencio, levantó la mirada y observó a sus acompañantes. Entonces arrancó la hoja, la apretó en su puño y dijo «es mejor así», y se comió el papel dejando al mundo en tinieblas nuevamente. El agente de la ley fue detenido y torturado, pero nunca se refirió a lo que estaba allí. Finalmente lo golpearon tanto que lo dejaron al borde de la muerte. Y cuando agonizando llamó a una enfermera, susurró algo a su oído antes de despedirse de la vida. Cuenta la leyenda que era una fórmula con la cura universal contra el mal, aunque en realidad era una revelación y aquel policía era el hijo del viejo y se llevó su secreto a la tumba.

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