Una con mi amiga en las andanzas de la noche.
A veces se aflige porque no tiene luz propia, pero ni queriendo el blondo es más deslumbrante que ella con ese poder hipnotizante que te invita a posarte sólo a verla fijamente, detalladamente.
Yo le digo que ella no es el reflejo de nadie, que emite su propia forma de brillar al igual que nosotros con nuestros bombillos y espíritus.
– ¿Y si todo el día fuera noche? –pregunta ocultándose entre las nubes–
– Los días fueran tan largos como profundos.
– ¿Crees que me querrían igual?
– No, seguro se obsesionarían contigo aún más porque somos breves, vacíos e impacientes. Tus "fans" venderían boletos para sobrevolar tus golpeados surcos creyendo que saben todo sobre tus cicatrices y te explotarían como si fueses un cuerpo celeste cualquiera, no como la influencer gravitacional que eres.
– Qué poca fe le tienes a mis seguidores, yo siento su admiración desde hace años luz.
– Pues la fe y la fama moverán montañas pero tú mueves mareas, creo más en ti que en mí, ¿puedes dejar de compararte con la radiación ambulante? Estás a punto de hacer una revolución sideral.
Ella renegaba sin parar en cómo todo giraba alrededor de él y que todas las formas de vida en la tierra lo adoraban, mientras ella era un apogeo sin causa al que amaban por manías idealizadas.
Yo le porfiaba con que el sol nos iba a engullir a todos en el momento menos esperado.
– ¿Cómo es que él es luz y yo no? ¡También soy un astro! Imagina si los noctámbulos dependieran de mi luminosidad y no se escondieran de su ausencia.
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– Pero es que el magnetismo entre ustedes es sobrenatural, la intermitencia es lo que los define y los conecta con nosotros, los simios con wifi.
Además, eres más que luz, tú iluminas cada rincón con tu simple presencia, al natural, entre las estrellas, con tus faces opacas y cambios de humor.
Tanto así, que cuando no estás, te buscamos por todas partes.
– Estás cursi hoy –sonríe colorada–
– Y tú, retrógrada.