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Operación Babilonia III


22 de enero, 2020


Está cálido, pero las nubes cubren el cielo como una manta. Desde la ventana veo flores violetas y plantas que se zarandean con el viento. Pasa un camión y hace mucho ruido, después un auto negro. El ventilador está prendido, tiene un foco quemado. Es el mediodía y retomo la lectura en la mitad de la página.


«Con todo, la inmigración ilegal siguió siendo mi preocupación favorita».

Una canción se me viene a la mente, aunque no tiene relación con lo que leo. En mi libro abundan los desiertos, las operaciones clandestinas y los pasaportes falsos.


Otra vez ladridos.


Suena el teléfono, no contesto, cortan la llamada. Pasa una motocicleta bastante rápido, y luego otra. ¿Podré terminar de leer algún día? Una tercera motocicleta y después un auto. Vuelvo a agarrar el libro de tapa anaranjada pero escucho una cuarta motocicleta, después una quinta pero en sentido contrario, seguida por una camioneta blanca.


«Pero, fuera de eso, Rutba era un villorio melancólico carente de todo y en el que no había un judío ni por casualidad».


abaiia


«También me preguntaba si las "plenas garantías" prometidas por Tel Aviv dependían de la habilidad o no de nuestros inmigrantes para comportarse como beduinos».


lapsus linguae


Acabo de terminar el capítulo dos. Ahora el cielo se ve más azul, y el sol comienza a asomarse en las zonas despejadas. También aumenta la sensación de calor, y el aire que corre empieza a resultar insuficiente. Un auto gris oscuro y una bicicleta pasan por delante de mi casa, los veo a través de la ventana. Desde la casa de al lado me parece que llegan voces, como si sus habitantes recién hubieran cobrado vida.

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